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Un ejemplo de un mapa animado

La primera cruzada del concilio de Clermont en Jerusalén


El 27 de noviembre de 1095, durante el concilio de Clermont, el papa Urbano II pronunció un sermón.

El texto no ha sido conservado, pero es probable que el papa haya llamado a liberar Jerusalén y los Lugares Santos.

En esa época, el término “cruzada” no existía aún, pero el llamamiento del papa se propagó en todo el Occidente católico y suscitó un gran entusiasmo, especialmente entre la nobleza feudal.

A partir de la primavera de 1096, pequeños señores partieron hacia el Oriente a la cabeza de algunos centenares de hombres. En el camino, las tropas cometieron numerosos saqueos, principalmente contra las comunidades judías locales. Llegaron a Constantinopla muy debilitadas, por lo que fueron masacradas por los turcos en las cercanías de Nicea.

Mientras tanto, grandes señores occidentales comenzaron a reunir ejércitos más grandes y mejor organizados para emprender, luego, la ruta de Constantinopla por diferentes itinerarios.

Hugo de Vermandois, hermano del rey de Francia, partió a mediados de agosto de 1096.

Godofredo de Bouillón también partió a mediados de agosto y numerosos señores alemanes decidieron acompañarlo en el camino.

A su vez, en el mes de septiembre, el poderoso conde de Provenza, Raimundo de Saint-Gilles, y Roberto de Normandía emprendieron el viaje.

En el mes de octubre, el príncipe normando, Bohemundo de Tarento, cruzó el Adriático acompañado por sus vasallos.

Estos ejércitos tardaron meses en llegar a Constantinopla.

Hugo de Vermandois llegó en octubre de 1096.

Godofredo de Bouillón, el 23 de diciembre.

Bohemundo de Tarento, el 9 de abril de 1097.

Roberto de Normandía y Raimundo de Saint-Gilles, a finales del mes de abril.

El emperador bizantino Alejo Comneno, que había pedido ayuda al papa debido al avance de los turcos en Anatolia, quedó sorprendido por el tamaño del ejercito que se había reunido: quizás unos cien mil hombres, tantos, que tuvo problemas para negociar con los cruzados la suerte de los territorios que estos últimos terminaron retomando.

Una vez que cruzaron el Bósforo, los cruzados tomaron la ciudad de Nicea, en junio de 1097; luego obtuvieron una gran victoria frente a los turcos selyúcidas en Dorilea. Pero el hambre, la sed y las permanentes luchas hicieron que el cruce de Anatolia fuera extenuante, por lo que, en octubre, se presentó ante Antioquía —la poderosa fortaleza, barrera de Siria del Norte— un ejército extenuado.

Durante el largo asedio a la ciudad, algunos cruzados renunciaron y se volvieron a Occidente. Finalmente, Antioquía fue tomada en junio de 1098, justo a tiempo para derrotar, poco después, a un ejército turco dirigido por el señor de Mosul.

Aquí, los cruzados realizaron una larga pausa para retomar fuerzas… y para saquear las ciudades de los alrededores. Luego, en enero de 1099, retomaron el camino hacia Jerusalén y, el 7 de junio, llegaron frente a los muros de la Ciudad Santa. La ciudad fue tomada por asalto el 15 de julio de 1099.

Gran parte de la población fue masacrada, los supervivientes fueron reducidos a esclavitud y muchos de los cruzados, una vez cumplido su voto de liberar la ciudad, volvieron a sus casas.