A raíz de las dificultades económicas que vivía Europa en los años 30, en Alemania y en Italia se impusieron regímenes totalitarios, mientras que los países democráticos como Reino Unido y Francia estaban a la defensiva.
Los dictadores empezaron tomando varias decisiones, especialmente respecto a las relaciones internacionales. Así fue como Hitler, al llegar al poder en 1933 en Alemania empezó a aplicar su programa: la revisión del tratado de Versalles, la unión de los alemanes en un mismo Estado y la conquista de un «espacio vital» al este a expensas de los eslavos.
En 1934, el primer intento de unificación de Alemania y Austria fracasó, pero Hitler restableció el servicio militar y luego, en 1936, remilitarizó Renania sin que Francia reaccionara.
Ese mismo año, como consecuencia de la anexión de Etiopía por parte de Italia, la Sociedad de las Naciones decidió aplicar sanciones contra este país y Mussolini, decidió acercarse a Alemania.
Las dos dictaduras vieron en la guerra civil española otra ocasión de acercamiento y ambas apoyaron a los nacionalistas de Franco.
En marzo de 1938, Hitler realizó el Anschluss - la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi - y luego, en Checoslovaquia, reivindicó el territorio de Sudetes, habitado por alemanes. En septiembre, durante la conferencia de Múnich, en donde se encontraron Italia, Alemania, Francia e Inglaterra, las democracias cedieron y abandonaron a Checoslovaquia ante Hitler para evitar la guerra.
En marzo de 1939, los alemanes ya estaban en Praga.
En abril, Italia invadió Albania.
En agosto, el gobierno alemán y el gobierno ruso firmaron el pacto germano-soviético. Se trataba de un acuerdo de no agresión entre los dos países que, además, establecía la repartición de Europa oriental: el oeste de Polonia para Alemania; Finlandia, los países bálticos y el este de Polonia para la URSS.
El ataque de Hitler a Polonia el 1 de septiembre precipitó a Europa a la guerra.
En Asia, Japón también pasaba por graves dificultades económicas y buscaba, fuera de sus fronteras, materias primas y oportunidades para su industria.
En septiembre de 1931, Japón había impuesto su protectorado a la provincia china de Manchuria y, poco a poco, se fue apoderando de las provincias septentrionales de China.
Esta expansión se aceleró en 1937 y rápidamente incluyó toda la China «útil» con exacciones y masacres de civiles como la de Nankín.
Pero el territorio era inmenso y, de momento, frente a la agresión, comunistas y nacionalistas chinos mantuvieron la unidad.
Cuando estalló la guerra en Europa, Japón se encontraba en medio de un conflicto largo y difícil. Como consecuencia, Estados Unidos endureció su diplomacia con el país nipón.